Ⓠuizas haya sido un libro que no debería haber llegado a mis manos en el momento en que lo hizo. El tema principal se asemejaba un poco a mi situación actual y lo comencé a leer sin haber leído su sinopsis, por lo que la sorpresa fue mayor.

Para mi tiene una narrativa impecable, te hace ver y sentir todo lo que con sus letras nos cuenta. No era el primer libro que leía de la periodista, y sigo pensando lo mismo que cuando termine el primero: «es una persona que tiene un poder y un don para la escritura y para las historias bonitas que te dejan huella».

Alguna amiga me dijo: Mamen, no sé si es bueno que leas este libro ahora… pero tengo que decir qué Sandra Barneda toca el téma de la muerte, de una manera tan dulce y tan serena que me gustó y quise continuar hasta terminarlo.

Aunque en algunos momentos me ha producido bastante dolor, va a ser un libro que no voy a olvidar; lo he disfrutado mucho, quizás también por lo que me ha aportado.

Tras la muerte de su madre, Gabriele vuelve al pueblo de los veranos de su infancia.

Allí le espera su padre, con el que no habla desde hace años.

Juntos se disponen a cumplir el último deseo de Greta: que las tres personas más importantes de su vida ―su marido, su única hija y su cuñada― esparzan sus cenizas en un lugar donde fueron felices.

Los secretos que Greta desvela en las cartas que deja a su familia terminarán con el silencio entre padre e hija y, como en un dominó, alterarán la vida de todos y propiciarán un encuentro inesperado que hará que Gabriele descubra que en la vulnerabilidad se halla la magia de la vida.

¿Y si el destino de las personas tendiera un hilo invisible que las conecta con aquellos que deben encontrar? ¿Y si la vida solo fuera un viaje para encontrarlos?

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Mamen