-«Que nunca nos falten hilos para bordar nuestros sueños»-

La historia nos la cuenta la protagonista en primera persona, y nos explica como las mujeres sin recursos salian adelante a principios del siglo XX.

La mayoría tenían su destino marcado como personal de servicio en las casas de la nobleza y la burguesía, otras aprendían un oficio he intentaban subsistir con él, aunque a veces muy precariamente y algunas se quedaban por el camino ejerciendo la profesión más antigua del mundo.

El amor también está presente en el libro, de distintas maneras, apasionado, de compromiso, despechado…

Pero el «hilo» conductor de esta historia es la profesión de modista que aprende nuestra protagonista de su abuela, que intenta que sea su legado, y con la que sale adelante con mucho esfuerzo y trabajo.

Ella busca su independencia, su emancipación y su libertad.

Este oficio tal cual nos lo presenta en el libro, ya está en desuso; ya nadie va a tu casa a coserte tu ajuar, la canastilla para un recién nacido o la ropa para la próxima temporada.

Ahora todo lo tenemos a un clic y fabricado mecánicamente al por mayor.

Ha sido un libro que al principio me gustó mucho, pero a medida que seguí leyendo simplemente me ha parecido entretenido, me ha parecido una historia previsible.

En la Italia de principios de siglo xx, una jovencísima modista lucha por conquistar la independencia a la vez que es testigo de todo lo que acontece tras los muros de las mejores casas de la ciudad y aprende un oficio tan difícil como delicado.

Desde su infancia, cuando acompaña a su abuela cada día a las casas para coser, asistimos a su formación como costurera experta y reclamada por las señoras de las casas importantes de la ciudad, con lo que se despliega una maravillosa galería de personajes, anécdotas y situaciones que configuran un complejo tapiz de la sociedad del momento.

Una historia de emancipación femenina que viaja perfectamente, con maravillosas descripciones y una voz narrativa que sorprenderá y fascinará a las lectoras de hoy.

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