LOS AMOS DEL MUNDO ESTÁN AL ACECHO, de Cristina Martín Jiménez.
«Los amos del mundo están al acecho», de Cristina Martín Jiménez, ha estado desaparecido de las librerías de España durante 7 largos años y, ahora, he tenido la gran suerte de disfrutar de su versión más actualizada, que fue publicada en 2017. En un momento, digámoslo todo, bastante oportuno para ello 😉
En él, se habla de las reuniones del club Bilderberg, en las que se reúne la élite del poder mundial a decidir sobre el devenir de la humanidad en función de sus grandes intereses.
¿Cuál es su objetivo? Acabar con nuestras libertades personales y manipularnos a través de la prensa, que ellos mismos controlan, y a través de un único gobierno mundial al que aspiran: la ONU, reforzado por la OTAN (lo que se conoce por Nuevo Orden Mundial).
En este libro políticamente incorrecto pero lleno de sensatez y sinceridad, @crismartinj desvela las últimas mentiras diseñadas por los «Bilderbergs» para mantener a la población atemorizada, y por ende, controlada.
Una lectura crítica imprescindible para nuestros días, que deja entrever una ardua tarea de documentación tras sus páginas, por parte de una autora valiente que escribe sin tapujos. ¡Tengo pendientes todos los demás!
SINOPSIS:
En las reuniones secretas de Bilderberg se decide el destino del mundo. Si no tienes el honor de ser invitado, simplemente no existes, no eres nadie. El objetivo del Club es acabar con nuestras libertades personales y manipularnos mediante un único gobierno mundial establecido en la ONU.
¿Cómo es posible que Google, Nokia, Coca-Cola o el FMI puedan cambiar nuestras vidas? En este libro políticamente incorrecto, Cristina Martín Jiménez desvela las últimas mentiras fabricadas por los «bilderberges» para mantener a la población atemorizada y, como consecuencia, controlada.
Número de páginas: 411 (versión digital)
Editorial: Ediciones Martínez Roca
Ambientóloga. Valenciana. Lectora y viajera empedernida.
Me interesa este tema, me habeis creado necesidad entre tu y Nuria.
Buena reseña Bea¡¡¡¡
Gracias, perla.
Desde luego, no tiene desperdicio
alguno 😉