Nos hemos ido acostumbrando a los sistemas de inteligencia artificial que calculan por nosotros. Al fin y al cabo hay algoritmos para todo: los hay que generan noticias falsas, invierten en bolsa o que anticipan a quién vamos a votar; robots que conducen, componen música o pintan cuadros; automatización de despachos de abogados, consultas de médicos, templos budistas, etc.
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