HIJOS DEL CIELO, de Cristina Martín Jiménez.
«La historia antigua no ha desaparecido. ¿Dónde la hemos guardado? En las escrituras sagradas y en las tradiciones de las diferentes culturas de la Tierra y del Cielo. Y en nuestra genética. Nada se pierde, solo hay que escuchar (…) El capítulo más interesante de la Humanidad está a la espera de ser contado. Ha llegado el momento. La piedra ha comenzado a hablar. Y yo he empezado a leerla».
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Desde una perspectiva un tanto arqueológica, se inicia esta obra como una aventura apasionante hacia los comienzos de la civilización humana. Basándose en los grandes textos de la Antigüedad, precisa recurrir a nuevos códigos para comprender cuestiones que escapan a toda lógica. Y es que, tal y como afirmaba el mentor de la autora, el sacerdote don Enrique, «Desde una perspectiva determinada, la Biblia es un libro ufológico».
Hay pruebas de que la carrera de exploración espacial entre naciones contemporánea se está desarrollando gracias a las astronaves que aparecieron en la Tierra en 1947. Es decir, la conquista del Cielo se está haciendo a imagen y semejanza de los fenómenos aéreos antiguos y actuales.
Los científicos de Adolf Hitler ya recorrieron el mundo entero, especialmente la India y el Tíbet, tras los documentos antiguos que explicaban la construcción de astronaves y vimanas. De hecho, el «Haunebu» que construyeron los nazis en 1943, con el objetivo de conquistar la Tierra, era externamente similar a éstas.
Los norteamericanos consideraron estos planos y diseños aeronáuticos nazis como el mayor botín de guerra. Se apropiaron de ellos mediante la operación secreta «Paperclip» y continuaron con las investigaciones en la Base Aérea 51, cuya existencia fue negada por la CIA, con el propósito de construir astronaves para la guerra y explorar/colonizar el Cosmos.
Tal y como vaticinó la sibila libia del templo de Zeus Amón en el Oasis de Siwa: «Llegará el día en el que todo lo que está oculto será revelado».
