TODOS AQUELLOS MARES, de Laia Aguilar.
Editorial: @eddestino
«(…) Porque la vida es corta y tenemos demasiado poco tiempo para andar mareando la perdiz y perderlo con tonterías».
«Las historias pueden terminar como tú desees. Es lo mismo que hacemos con nuestros recuerdos. Podemos contarnos nuestra historia desde muchos puntos de vista. Al final, la memoria no deja de ser una ficción».
————–
Una tarde de verano, Julieta, una niña de siete años, desaparece en una playa de la isla de Formentera sin que su hermana, Greta, de once, puede hacer nada por evitarlo. Veinte años más tarde, una Greta adulta, que vive en Londres con su pareja, vuelve a la isla por primera vez después de la tragedia, para cuidar a su abuela que está enferma. Allí también se reencontrará con su madre, a la que no ve desde entonces, y coincidirá con Max, un amigo al que le une todo lo vivido durante su infancia en la isla. Inducida por las leyendas formenteranas que siempre le ha contado su abuela Matilde, Greta viajará hacia su pasado para buscar un nuevo significado a lo que sucedió tiempo atrás.
Una novela que pone voz a tres generaciones de mujeres marcadas por un pasado común en la isla de Formentera. Una lectura que nos habla sobre la pérdida, la culpa y la redención, que, sin duda, lleva al lector/a a una conmovedora reflexión sobre el sentido que le damos a todo lo vivido y cómo nos lo narramos a nosotros mismos.
En definitiva, «Todos aquellos mares» es una novela preciosa, que se lee en un santiamén y que nos habla del poder reparador que tienen las historias, también desde el relato que nos explican de nuestra propia vida, pues tal y como dice Gabriel García Márquez, cuya cita aparece textualmente en el libro: «La vida no es la que uno ha vivido, sino la que recuerda y cómo la recuerda para explicarla». Nuestros relatos nos pueden condenar. O nos pueden salvar.
Ambientóloga. Valenciana. Lectora y viajera empedernida.